Otro homenaje no biológico a un cumpleañero que lo vale. El 18 de julio cumplió 92 años Nelson Mandela, Madiba. Sobran las palabras de alabanza para este gran hombre que tanto ha vivido y tanto ha conseguido.
Felicidades, Madiba.
Iconos
lunes, 19 de julio de 2010
Homenaje no biológico
El sábado pasado fue el cumpleaños de un artista del cómic que me ha acompañado desde mi tierna infancia. Durante esa época, mi mejor amiga se llamaba Mafalda, me enternecía con Felipe, me enervaban a partes iguales Susanita y Manolito, y Miguelito me parecía venido de otro planeta. Los papás de Mafalda, Raquel, que me encantaba, y el padre, cuyo nombre desconozco, que me hacía plantearme cómo podían ser tan diferentes todos los padres del mundo (aunque para Manolito todos sean iguales), y un hermanito, Guille, que, cambiando el zezeo por un problema de "r" me recordaba a mi hermanita.
Ya de muy pequeña tenía la colección de cuadernos de cómic de Mafalda (de extraño formato apaisado), que rara vez fueron rellenados con colores por el respeto al sobrio blanco y negro que profesaba. Y aún hoy sigue siendo compañera de malos ratos, de necesidad de desconexión (si el cerebro no me da para la letra escrita de Durrell, otra "muleta para el ánimo" que le hubiera aconsejado a Mafalda para sus depresiones post-lectura del diario). Cada vez descubro nuevos matices entiendo de manera diferente los chistes y argumentos de Quino a través de éste y otros cómics.
¡Muchas felicidades (con retraso), maestro!
Ya de muy pequeña tenía la colección de cuadernos de cómic de Mafalda (de extraño formato apaisado), que rara vez fueron rellenados con colores por el respeto al sobrio blanco y negro que profesaba. Y aún hoy sigue siendo compañera de malos ratos, de necesidad de desconexión (si el cerebro no me da para la letra escrita de Durrell, otra "muleta para el ánimo" que le hubiera aconsejado a Mafalda para sus depresiones post-lectura del diario). Cada vez descubro nuevos matices entiendo de manera diferente los chistes y argumentos de Quino a través de éste y otros cómics.
¡Muchas felicidades (con retraso), maestro!
viernes, 16 de julio de 2010
Manos
Recordaba sus manos.
Las manitas minúsculas que le habían sujetado el pulgar con una fuerza extraordinaria en relación a su tamaño.
Las manos calentitas y rechonchas que, más adelante, con avidez se enzarzaban una y otra vez en la suya para soltarse en cuanto el peligro del paso de cebra había pasado.
Las manos juveniles que le habían sacado del bolsillo las llaves del coche, esperando no ser descubiertas.
Las fuertes manos que le habían ayudado a levantarse, a llevar el carro de la compra, a levantar los bultos de mayor peso en la mudanza. Que se habían hecho cargo del cuidado cariñoso de su madre tras la apoplejía. Que tan cansadas habían estado de dar y dar que, tras la pronta muerte de su progenitora habían desaparecido del piso, de su vida.
Recordaba esas manos y no las volvería a ver, a sentir con el calor de un cuerpo vivo. El teléfono sonaba y no se atrevía a cogerlo. No podía creer lo que hacía sólo unos pocos minutos el mismo aparato le había comunicado la noticia más terrible que jamás había oído y que desde siempre había temido oír. Y el teléfono sonaba mientras seguía recordando esas manos...
jueves, 15 de julio de 2010
Un hombre universal
(Foto)
Hoy, en vez de dedicarle la primera entrada dedicatoria a unos de mis "Doses", se la dedicaré al mentor de uno de ellos, que aun no siendo tan conocido, merece estos honores y más.
Me refiero a Theodore Stephanides, mentor y amigo de Gerald Durrell. No os aburriré con una letanía de anécdotas que no vienen al caso (biológico), no diré que fue militar y que participó en tales guerras (que se pueden deducir por su vida comprendida entre 1896 y 1983), que nació de tal familia o cómo llegó a conocer a Durrell. A quien le interese puede encontrar fuentes de internet y los propios libros de Gerry para contestar a tales incógnitas (en Mi familia y otros animales se conoce el cómo y dónde del advenimiento de, en mi punto de vista, tales genios).
Se trata de lo que a mi me parece uno de los últimos "hombres universalistas". Médico y poeta, le apasionaba la microzoología acúatica. En la Trilogía de Corfú de Gerald Durrell, se nos repite una y otra vez el aparente pozo sin fondo de informaciones diversas que era el cerebro de este hombre. Aparte su gran afición por los pun o chistes y juegos de palabras que en los libros se describen, la totalidad del personaje y persona que se suponían de tal hombre me parecen simple y llanamente fascinantes.
Dentro de su zoología "amateur", Theo descubrió varios microorganismos acuáticos (Cytherois stephanidesi, Thermocyclops stephanidesi y Schyzopera stephanisedesi), todos ellos de aparición en grecia, donde pasó la mayor parte de su vida. Escribió tratados zoológicos sobre este tema y publicó varios libros (de prosa y poesía) en griego e inglés y se dedicó a la traducción de obras de varios poetas griegos de renombre. Y tuvo un gran papel en la lucha contra la Malaria en las islas helénicas.
Theodore fue un mentor para Lawrence Durrell (que le dedicó su obra Las islas griegas) y, sobre todo para Gerald Durrell (hermano del anterior), cuya dedicatoria cierra este artículo:
This book is for Theo my mentor and friend, without whose guidance I would have achieved nothing./Este libro es para Theo, mi mentor y amigo, sin cuya guía no habría llegado a nada.
Inusual ropaje de un siempre pulcro y elegante Theodore Stephanides.
Hoy, en vez de dedicarle la primera entrada dedicatoria a unos de mis "Doses", se la dedicaré al mentor de uno de ellos, que aun no siendo tan conocido, merece estos honores y más.
Me refiero a Theodore Stephanides, mentor y amigo de Gerald Durrell. No os aburriré con una letanía de anécdotas que no vienen al caso (biológico), no diré que fue militar y que participó en tales guerras (que se pueden deducir por su vida comprendida entre 1896 y 1983), que nació de tal familia o cómo llegó a conocer a Durrell. A quien le interese puede encontrar fuentes de internet y los propios libros de Gerry para contestar a tales incógnitas (en Mi familia y otros animales se conoce el cómo y dónde del advenimiento de, en mi punto de vista, tales genios).
Se trata de lo que a mi me parece uno de los últimos "hombres universalistas". Médico y poeta, le apasionaba la microzoología acúatica. En la Trilogía de Corfú de Gerald Durrell, se nos repite una y otra vez el aparente pozo sin fondo de informaciones diversas que era el cerebro de este hombre. Aparte su gran afición por los pun o chistes y juegos de palabras que en los libros se describen, la totalidad del personaje y persona que se suponían de tal hombre me parecen simple y llanamente fascinantes.
Dentro de su zoología "amateur", Theo descubrió varios microorganismos acuáticos (Cytherois stephanidesi, Thermocyclops stephanidesi y Schyzopera stephanisedesi), todos ellos de aparición en grecia, donde pasó la mayor parte de su vida. Escribió tratados zoológicos sobre este tema y publicó varios libros (de prosa y poesía) en griego e inglés y se dedicó a la traducción de obras de varios poetas griegos de renombre. Y tuvo un gran papel en la lucha contra la Malaria en las islas helénicas.
Theodore fue un mentor para Lawrence Durrell (que le dedicó su obra Las islas griegas) y, sobre todo para Gerald Durrell (hermano del anterior), cuya dedicatoria cierra este artículo:
This book is for Theo my mentor and friend, without whose guidance I would have achieved nothing./Este libro es para Theo, mi mentor y amigo, sin cuya guía no habría llegado a nada.
Inusual ropaje de un siempre pulcro y elegante Theodore Stephanides.
miércoles, 14 de julio de 2010
Inauguración
Dedico esta inauguración a los tocayos de mi página, los monotremas.
Se trata de unos animales arcaicos, con características de mamíferos (se cuentan como tales, tienen periodos de lactancia en los cuales la piel del abdomen exuda leche, como podéis ver en la foto tienen Pelo) y de reptiles (ovíparos y con un corazón tetracameral de tabicación incompleta)... En una palabra, son raritos.
Se cuentan entre ellos los ornitorrincos y los equidnas (Ornithorhynchidae y Thachyglossidae para más señas).
El equidna es el que os observa desde la fotografía tomada en Australia en el borde de la carretera. Su táctica de "escape" de cualquier peligro es de todo menos efectiva: retrae su pico gomoso debajo de su cuerpo y con sus potentes garras hace un mínimo "escondite", dos minutos más tarde emerge y se vuelve a poner en camino (esta cualidad permite que el fotógrafo se ponga delante del animal y pueda hacer una foto muy detallada de la cara del animal). Tiene unos andares pausados, no se puede esperar un sprint con unas uñas tan aparatosas.
Tanto equidnas como ornitorrincos son nativos de Oceanía, encontrándose en Australia, Nueva Guinea y Tasmania.
Pero los ornitorrincos son otra historia... y debe ser contada en otra ocasión.
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